Las piedras llovían aquella noche oscura en que los pastores Elier Muir y Minerva Burgos regresaban a su casa en el reparto El Vaquerito, de la provincia cubana de Ciego de Ávila. Terminaron de ofrecer un culto junto a los miembros de su iglesia evangélica protestante Tiempo de Cosecha, y en el camino de vuelta tuvieron que cubrir con un trozo de madera de cedro la cabeza de su hijo pequeño. No les vieron las caras, pero no tienen dudas de que fueron personas al servicio de la policía política cubana. Desde entonces, hacen siempre el mismo ritual: “Yo tenía que ir a la iglesia y regresar con esa tablita para proteger al niño”, dice Muir, de 56 años. No es lo único que les ha sucedido: el agente Yoandri, el nombre de pila que usa el oficial de la Seguridad del Estado que atiende su caso, le pidió que renuncie a su liderazgo religioso. Al no tener respuesta, le ofreció que colabore con la policía política. Al no tener respuesta, de nuevo, lo amenazó con la cárcel, se burló de sus creencias y le advirtió que lo iban a desaparecer.
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15 mayo, 2024